miércoles, 12 de octubre de 2011

La nación ausente, por Pino Solanas.

Estamos próximos a la mayor elección del país que seguramente contará con una numerosa participación ciudadana y en la que CFK obtendrá su reelección con una distancia de más de 30 puntos sobre los demás competidores, lo que no sucedía en varias décadas. Pero lo preocupante es que pocas veces hemos visto una campaña electoral con menos interés ciudadano y debate de ideas, como si todo se hubiera dicho durante la sucesión de elecciones de este año. Poco o nada se ha planteado frente a los grandes temas y problemas nacionales y menos aún, se han presentado propuestas para satisfacer las necesidades de la población. Como ya es un hábito, se mira para otro lado en espera que el tiempo lo resuelva.

Los candidatos parecen estar más preocupados por la seducción mediática del electorado o la mirada censora del establishment, que por la defensa de los intereses de la Nación. El discurso de campaña se elabora desde los temas que le marcan las encuestas, que a su vez retoman lo que han venido sembrando los medios y el complejo informativo oficial. El proyecto nacional, la proyección estratégica del país, está ausente. Da la sensación de andar distraídos navegando en medio de la bruma con la brújula orientada a girar sobre lo mismo, mientras el sistema capitalista global atraviesa su mayor crisis económica y la misma no ha motivado siquiera, a debatirla a los intelectuales, universitarios y capa dirigente.

Vivimos un vaciamiento político y cultural sin precedentes. La conciencia nacional está ausente, nadie quiere discutir nada y estas elecciones triunfales nos recuerdan las de Menem en 1995. Las grandes cuestiones de cuyo tratamiento depende el presente y futuro del país, están relativizadas, desarmadas, como lo está la defensa de la Nación frente al creciente proceso de neocolonización en curso.

De este peligroso derrotero no escapan, con su silencio o su complicidad, los candidatos del oficialismo y de las fuerzas principales de la oposición. Difieren sobre cuestiones de gestión y calidad institucional, pero se cuidan de confrontar con el poder transnacional y aceptan el modelo privatizador-extraccionista que nos legara Carlos Menem. Los justicialistas -en sus distintas divisiones- siguen negando el legado de Juan Perón y olvidan que sus primeras medidas fueron recuperar para la Nación el BCRA, el crédito bancario, el comercio exterior, los servicios públicos, los hidrocarburos y recursos minerales. El relato kirchnerista intenta ubicar al gobierno de CFK en el cambio progresista y nacional, pero sigue siendo el socio leal del sistema bancario y del saqueo de los recursos naturales. Los radicales en su diáspora y caída se empeñan en olvidar las medidas nacionales de Yrigoyen e Illia y no se distancian de lo que fue la Alianza, su última y patética experiencia de gobierno. Por último, el FAP: nacido por la alianza de Alfonsín con De Narváez, continúa el programa del frente con los radicales de Santa Fe: no cuestiona el modelo dominante, ni plantea la recuperación de los recursos estratégicos, los ferrocarriles y las grandes industrias públicas. Defienden el pago de la deuda, incluso la del Club de Paris y motor económico de la sojización.

Contradiciendo el relato oficial, Argentina arrastra varios escenarios de crisis no resueltas, íntimamente relacionados al modelo neoliberal y al endeudamiento permanente de Martinez de Hoz y profundizara Menem y de la Rúa. Del sistema agro-minero-exportador aún no hemos salido por más mística y discursos de los ideólogos kirchneristas. En estos años se ha profundizado con la permanente entrega de yacimientos minerales, petrolíferos, marítimos y millones de hectáreas. Somos un país ocupado por las transnacionales, convertido en fábrica de materias primas que son de otros. Las consecuencias trágicas del nuevo colonialismo son el aumento de la desigualdad, mayor corrupción y más degradación institucional.

Sino: ¿cómo se puede entender que un país con inmensas riquezas minerales y alimentarias no pueda pagar el 82% móvil a los jubilados y tenga 700.000 niños desnutridos? En estas décadas, los excedentes de riqueza del trabajo argentino fueron girados a las metrópolis más la permanente sangría de la deuda externa

porque desde la dictadura se han pagado alrededor de u$s 240.000 millones. Contradiciendo las afirmaciones de CFK en la ONU sobre la reducción de la deuda, Argentina sigue debiendo cerca de U$S 200.000. El año que viene se deberán pagar de intereses u$s 11.000 millones y refinanciar capital por u$s 12.000. (...¿?) ¿No es vergonzoso que el pago de estas sumas con las que se podría reconstruir los trenes, la industria aeronáutica, petrolera y naval, creando 200.000 empleos estables, no sea materia de debate en la actual campaña electoral?

No se trata solo la deuda sino de muchos problemas no resueltos que pesan sobre el frágil presupuesto 2012: la crisis del sector energético y el agotamiento de las reservas de gas que obliga a importar a precio de mercado y compensar con millonarios subsidios; la crisis de las concesiones de servicios y su reemplazo por empresas públicas con control social; la crisis del transporte y la reconstrucción del sistema e industria ferroviaria; la reforma tributaria progresiva y la recuperación de las rentas extraordinarias y la reposición al 100% de los aportes patronales para cubrir el 82% móvil y la cobertura social de todos los trabajadores; prohibición de la mega minería a cielo abierto con cianuro y reforma del Código Minero.

Sin el debate serio de estos y muchos otros tremas, las elecciones nacionales seguirán siendo un engaño o ilusión, porque nada habrá cambiado. La urgencia del país no es electoral, sigue siendo la construcción de una gran fuerza política y cultural que sea capaz de realizar sin corrimientos hacia el centro, del proyecto emancipador.

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