“Sabemos que tenemos una misión que cumplir. Una misión nada prescindible. ¿Conocen las pinturas de la Cueva de las Manos? Ese, me parece, es el mejor ejemplo de cual puede ser nuestra función. Mas allá de quienes seamos cada uno, todos y cada uno tenemos que dejar las huellas entrelazadas de nuestras manos en el fondo de la caverna oscura. Entonces, serán las huellas de todos, no solo las de cada uno, no solo las nuestras o la de ustedes, sino las de todos. Pero eso, al igual que los pintores del río Pinturas, podemos ser cada uno un par de manos que dejan sus huellas propias e irrepetibles pero, por sobre todo, tenemos que ser un conjunto de manos que dejen un tejido entrelazado de huellas que hablen por todos, no solo por nosotros, sino por todos.
¿Saben qué? Yo solo puedo hablar de mí, pero junto con ustedes, puedo hablar por todos. Junto con todos. Entonces nuestro trabajo pasa a transformarse en el trabajo de todos y cada uno, atravesado por una autoría a la vez individual y colectiva. Un entretejido donde cada hebra existe por si, pero entre todas hacen la manta que nos abriga del invierno.
Se acabaron, entonces, las pretensiones de estrellato, porque la única estrella pasa a ser la intrincada huella colectiva que construimos entre todos. Se acabaron también la disputa de cartel o marquesina. Nadie buscara dejar sus huellas mas arriba que las de los otros, sino mas entrelazadas.
¿Saben que? No se puede dejar huellas con las manos enguantadas. Pidanme que me despelleje las manos tratando de dejar mi huella junto con sus huellas, pero no me pidan que me ponga guantes.”
Autor desconocido.
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